¿Qué haces tú por
los demás?
Sencillamente es inspirador poder abordar un tema de
tan valiosa cuantía -y mucho más- cuando la
referencia a la que se debe dar significación es, precisamente y nada menos,
dar respuesta a una frase interrogativa de un Premio Nóbel por la Paz como
Martin Luther King Jr.
No cabe emular con el maestro
Luther King en los límites naturales que puede contener un amasijo de contenido
resumido en un florido discurso de palabras escritas y dichas más, con el
pensamiento y el corazón, que con el ejercicio, el trabajo y la acción que él
póstumo símbolo desarrollo en vida, y que hoy, su pensamiento se halla en plena
vigencia; porque hay obras tan acabadas y perfectas que no pueden ser emulo de
una semblanza tal, por la presencia tan profunda y universal que representa el
legado aquilatado de su manifiesto.
Sería breve decir, y en muy
pocas palabras argumentar, que soy un divulgador de su obra, de su humildad y
humanismo, de su enseñanza, tal vez un promotor de información común y corriente
que pasa inadvertido; pero que transmite a otros las buenas costumbres, las
buenas formas y maneras de hacer una vía legible al entendimiento -entre los
hombre- para que el mañana sea mejor, alguien que propone folletos, escritos,
proyectos para que sean leídos por los demás, duplicados y trozos de recortes
de periódicos, revistas, impresos, fotos y vídeos que testimonia lo
acontecido, muestra libros en los que se puede leer los derechos de los
hombres, sus libertades, las verdades del dolor, las formas de exigir, las
tantas maneras de llegar para encontrar una salida, una respuesta, un futuro
mejor; ese que se une a otros para tratar de ser unidad y que en ocasiones le
llaman “loco”; porque busca encontrar al único D-os, el Eterno, que en su
máxima expresión de romántica armonía, tejida por el amor y la felicidad entrega
-como otros- esa palabra que indica el camino justo a la verdad.
De
cierto es, que quedo bien primero conmigo mismo, pues es mi aporte póstumo a
tan memorable y honorable hombre,,,
y mi modesta y noble acción por
los demás, pues sería pecado privar a otros de conocer la grandeza de su labor,
de mostrar el ejemplo imperecedero y la obra del maestro, del religioso, del
defensor incansable de la dignidad y los derechos inalienables del hombre, de
aquel, que escalo la cima de la montaña para luego descender al valle lleno de
fe, esperando recoger la cosecha de verdad y justicia que fue sembrada un día en
los años sesenta, y que hoy, las presentes generaciones nos nutrimos de su modelo
y aporte a seguir, donde su vigencia se perpetua cada vez más en las fibras de
la historia universal -para orgullo de su pueblo norteamericano- y para el reconocimiento
y el conocimiento de mis coterráneos de la actual generación de cubanos.