miércoles, 27 de febrero de 2013


¿Qué haces tú por los demás?
Sencillamente es inspirador poder abordar un tema de tan valiosa cuantía -y mucho más- cuando la referencia a la que se debe dar significación es, precisamente y nada menos, dar respuesta a una frase interrogativa de un Premio Nóbel por la Paz como Martin Luther King Jr.
No cabe emular con el maestro Luther King en los límites naturales que puede contener un amasijo de contenido resumido en un florido discurso de palabras escritas y dichas más, con el pensamiento y el corazón, que con el ejercicio, el trabajo y la acción que él póstumo símbolo desarrollo en vida, y que hoy, su pensamiento se halla en plena vigencia; porque hay obras tan acabadas y perfectas que no pueden ser emulo de una semblanza tal, por la presencia tan profunda y universal que representa el legado aquilatado de su manifiesto.
Sería breve decir, y en muy pocas palabras argumentar, que soy un divulgador de su obra, de su humildad y humanismo, de su enseñanza, tal vez un promotor de información común y corriente que pasa inadvertido; pero que transmite a otros las buenas costumbres, las buenas formas y maneras de hacer una vía legible al entendimiento -entre los hombre- para que el mañana sea mejor, alguien que propone folletos, escritos, proyectos para que sean leídos por los demás, duplicados y trozos de recortes de periódicos, revistas, impresos, fotos y vídeos  que testimonia lo acontecido, muestra libros en los que se puede leer los derechos de los hombres, sus libertades, las verdades del dolor, las formas de exigir, las tantas maneras de llegar para encontrar una salida, una respuesta, un futuro mejor; ese que se une a otros para tratar de ser unidad y que en ocasiones le llaman “loco”; porque busca encontrar al único D-os, el Eterno, que en su máxima expresión de romántica armonía, tejida por el amor y la felicidad entrega -como otros- esa palabra que indica el camino justo a la verdad.
De cierto es, que quedo bien primero conmigo mismo, pues es mi aporte póstumo a tan memorable y honorable hombre,,,  y  mi modesta y noble acción por los demás, pues sería pecado privar a otros de conocer la grandeza de su labor, de mostrar el ejemplo imperecedero y la obra del maestro, del religioso, del defensor incansable de la dignidad y los derechos inalienables del hombre, de aquel, que escalo la cima de la montaña para luego descender al valle lleno de fe, esperando recoger la cosecha de verdad y justicia que fue sembrada un día en los años sesenta, y que hoy, las presentes generaciones nos nutrimos de su modelo y aporte a seguir, donde su vigencia se perpetua cada vez más en las fibras de la historia universal -para orgullo de su pueblo norteamericano- y para el reconocimiento y el conocimiento de mis coterráneos de la actual generación de cubanos.